Como esa extraña sensación de cuando estás en la playa y hace calor. De repente te entran ganas de darte un baño, te levantas de la toalla, te acercas al agua, te metes dentro. Pero el agua está fría, a veces muy fría. En ese momento hay quien lo deja correr y vuelve a tumbarse y a soportar el calor. Otros, en cambio, se sumergen. Y tan sólo estos últimos, después de unas cuantas brazadas alcanzan a saborear hasta el fondo ese gusto único y un poco extraño de libertad total, hasta de sí mismos.
Perdona si te llamo amor, Federico Moccia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario